martes, 1 de enero de 2008

El LIRIO Y LA ORQUÍDEA (Cuento)





Una vez existió un Lirio en el prado de Nunca Jamás. Creció, y cuando destacó por su delicado perfume, se dio cuenta de que estaba solo. Entonces comenzó a buscar una bella flor con quien compartir aquel perfume maravilloso. Y así, cierta mañana de primavera, mientras buscaba a su linda flor, llegó hasta él un perfume hermoso que brotaba detrás de un gran arbusto. No sabía a quién pertenecía, pues no podía ver más allá del seto que los separaba.
Preguntó, entonces:
--¿De qué bella flor brota tan hermoso perfume?
Y, de repente, sintió que fue correspondido desde el otro lado:
--Soy una Orquídea solitaria…
El adorable aroma era  muy diferente al de las demás Orquídeas que el Lirio conocía.  Comenzaron a hablar a través del seto, pero el Lirio necesitaba saber más, así que preguntó de nuevo:
--¿Cómo eres, Orquídea?
Y ella le contesto, y le dijo cosas de sí misma que encantaron al Lirio. Sus relatos solo hacían que el Lirio quisiera embriagarse más del hermoso perfume de la Orquídea, deseaba verla, admirar sus pétalos.  Sólo que existía un obstáculo insalvable entre ellos; el arbusto terrible que no los dejaba verse ni tocarse. El Lirio trato de buscar la manera de cómo llegar a la Orquídea, pero su esfuerzo resultó inútil, porque las lluvias y los vientos no permitían que llegase hasta ella, a pesar de los esfuerzos que realizaba para observar su hermosura y aspirar su perfume para siempre.   
Ante tanto obstáculo, se contuvo, no quiso decirle todas las cosas bonitas que se agolpaban en su corazón, por miedo a perder el perfume que le ofrecía cada mañana. La Orquídea hermosa lo sabe, se siente alagada, y continua perfumando al Lirio a pesar de la distancia que los separa. Para ella esto no era difícil, porque  las orquídeas nacen con sus pétalos abiertos, dejando al descubierto su belleza interior que solo tienen las flores mas hermosas. 
El Lirio también trataba de abrir sus pétalos cada mañana para demostrar que amaba a la Orquídea, y con el tiempo lo logró. Permitió así que el interior de su ser se viera ante todos sin temor. Sólo le importaba el perfume de la Orquídea, nada más que eso, que le era ofrecido a pesar de las dificultades y del obstáculo con el arbusto. 
Pero cierto día, un viento fuerte azoto el lugar donde habitaban las dos flores y, para sorpresa del Lirio, un pétalo hermoso de la Orquídea se desprendió de ella y cayó a su lado. El pétalo era uno de los más bellos, mostrando todos los colores que poseía su dueña. A través de la fuerza del viento, la Orquídea le habló al Lirio, y le dijo:
-- Mi amado, guarda ese tesoro que te ha llegado, y cuando vengas a mi me lo devuelves. No lo maltrates por nada, pues en ti lo he confiado. 
El Lirio guardo celosamente el pétalo de su enamorada, no permitiendo que nada marchitase ese hermoso regalo. Y pasaron los días, y las tempestades no dejaban acercarse al Lirio hasta donde estaba su Orquídea. Frustrado ante las inclemencias del tiempo, siguió buscando alternativas, sabiendo que llegarían los meses en que sería inevitable el encuentro de los dos enamorados. Las inclemencias no afectaron sus sentimientos, muy al contrario, a cada dificultad que aparecía abría más sus pétalos para perfumar a la hermosa Orquídea, aunque ella  estuviese lejos de su presencia.
Hasta que cierto día el Lirio comenzó a sentir que el perfume de su amada no llegaba a él con la intensidad acostumbrada. Y pensó:
--¿Se habrá enfermado mi Orquídea? 
Pensó eso y muchas cosas más, pero nunca dudó de la fidelidad de su hermosa enamorada, porque en ella había puesto todo su amor. Busco el pétalo que la Orquídea le había encomendado, y notó con amargura como éste se estaba marchitado. De inmediato fue a la Luna, su protectora, y le pidió consejo.
--Luna –preguntó-, ¿por qué el tesoro que custodia mi corazón se marchita, si yo había puesto el pétalo en un lugar seguro? 
La Luna le contesto:
--Lirio, no es tu culpa, puede que haya visto otro Lirio más hermoso y le haya dado su perfume.
El Lirio, entristecido, le respondió
--No creo eso, poderosa Luna, aunque no me regala su perfume como antes lo hiciera, sigue siendo mía. 
Díjole la Luna, para consolarle:
--Las Orquídeas cambian el don de su perfume sin querer con el paso de los días, o sin saber que lo cambian, puede ser ese el motivo.
Y el Lirio preguntó de nuevo a la sabia Luna:
--¿Y qué puedo hacer para recuperar de nuevo su perfume?  No quiero agua, ni sol, ni viento, sólo deseo tener otra vez su perfume, como antes. 
La Luna, sentenció:
-Mira, Lirio; has sido muy hábil en conseguir el perfume de la Orquídea, pero debes de reconocer que nunca más será igual, pues cuando la flor varia el don de su aroma, este nunca se recupera totalmente –y prosiguió-: No te olvides que no son iguales las Orquídeas y los Lirios, así que no sigas esperando en su perfume, pues ya no es tuyo. 
Y el Lirio se quejo a la luna:
--¿Qué hago, entonces, con mis pétalos abiertos? Ahora siento que el sol me quema,  que la lluvia me ahoga y el viento desgaja mis hojas.
La Luna respondió:
--Ciérralos, pero no olvides lo hermoso que es tenerlos abiertos y ofrecer su perfume de quien fue tu amada Orquídea. 
--Una última cosa, poderosa Luna –pidió el Lirio-. Es que con mis pétalos abiertos sólo escribía cosas bellas a mi amada Orquídea. Ahora quién escuchara el eco de mis palabras,  y para quién escribiré frases hermosas… Si no puedo con mi perfume, quiero seguir amándola con mi voz.
La Luna le contesto:
--Pues hazlo, Lirio. 
Y desde aquel día, el Lirio, habiendo entendido el razonamiento de la Luna, se dedicó a cantar cada mañana en el prado de Nunca Jamás su bella historia de amor entre dos flores hermosas que se conocieron, pero que nunca pudieron verse.



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